En el marco de las sentencias judiciales e informes periciales obrantes en la causa que determinaron la deficiencia estructural y la falta de seguridad de los refugios de pasajeros construidos por la gestión de Jorge Rodríguez Erneta, el intendente municipal, Gustavo Barrera, ordenó la demolición de las tan criticadas garitas de colectivos. Según indicaron desde la comuna la medida es la "única forma de garantizar la integridad de los vecinos y visitantes de Villa Gesell". En este sentido, indicaron que el jefe comunal presentará a la brevedad un plan de demolición conforme a los recursos del municipio para llevar a cabo la misma según los procedimientos legales. Asimismo, destacaron que Barrera ordenó a la Dirección de Obras Públicas la elaboración de un proyecto de nuevos refugios que reemplazarán los demolidos por otros de "materiales nobles y estéticamente adecuados a la identidad de la ciudad". En realidad, aunque la comuna se ampare en las fundamentos judiciales, fuentes municipales informaron a SECTOR INFORMATIVO que el magistrado que tiene a cargo el expediente no estableció la demolición de las unidades sino ordenó diagramar un plan de 60 días en cual se debía detallar cómo se iban a reparar las actuales garitas para dejarlas efectivas y seguras. De hecho, el plan de trabajo tenía que ser aprobado por los peritos de la corte y no por los designados por la comuna. Esto indica que la determinación de Barrera responde a una medida política que tiene el objetivo de sanar, de alguna u otra manera, las heridas que generó el penoso asunto con la sociedad geselina. Y si se analiza bien, el jefe comunal no está muy errado si su objetivo es ganar las elecciones del año que viene: todo aquel a quien se le pida opinión sobre las actuales garitas responde más o menos lo siguiente: que son "estéticamente equivocadas" y que configuran "un peligro potencial para los vecinos que esperan al colectivo". Además, con la demolición "corta" con otra medida del ernetismo, espacio de poder con el cual está enfrentado, algo que se evidenció en el último acto por el Día de la Lealtad Peronista. La trágica novela de los refugios de colectivo data del 25 de diciembre de 2012. Esa noche, Ramón Amarilla y un amigo esperaban el colectivo de línea en el boulevard y paseo 133 cuando por razones estructurales el refugió cedió, cayó e hirió gravemente en los brazos y piernas a uno de los dos muchachos. Luego de varios días internado y con el peligro de perder la vida, Amarilla sufrió la amputación primero de una pierna y luego de otra. Desde entonces, la oposición y un importante grupo de vecinos venían pidiendo la clausura y demolición de las garitas pero el oficialismo siempre se negó a avanzar sobre las unidades de hormigón. Lo más cercano a demoler las unidades fue un trabajo de refuerzo sobre el techo de las mismas para evitar nuevos accidentes. El expediente judicial que se inició tuvo mil y una vueltas: varios peritos analizaron la construcción en reiteradas oportunidades, se dictaron varias órdenes y en contraposición también apelaciones que suspendieron, durante casi dos largos años, la demolición y hasta se llegó a culpar por la caída de la estructura a la fábrica de cemento con el cual se cimentaron los refugios argumentando que el material estaba vencido o en mal estado. Las garitas de hormigón fueron cimentadas por las cooperativas de trabajo locales Arena I y II, las cuales estaban coordinadas por "Yeye" Tavarone, funcionario municipal fallecido en mayo del año pasado. Ahora que la intendencia determinó demolerlas sólo queda pendiente la resolución judicial de la demanda millonaria que la víctima inició contra el Estado. (sectorinformativo.com)